Cierta tarde, paseando por el centro de Freiburg im Breisgau, entré a curiosear a una librería. En la mesa de novedades se exhibía lo que en ese momento era el libro más reciente de Schillebeeckx. Tomé un ejemplar en mis manos y me puse a hojearlo. Un fragmento de la frase inicial del libro me golpeó como un rayo: Menschen sind die Wörte mit denen Gott seine Geschichte erzählt: «Los hombres son las palabras con las que Dios cuenta su historia». Desde entonces, a mi admiración por su altura intelectual va indefectiblemente unido mi agradecimiento por esta frase suya. Como es de imaginarse, Schillebeeck nunca supo lo que ha significado para mi vida personal y para mi experiencia espiritual descubrir, gracias a él, que la historia de mi vida, con sus aciertos y aun con sus equivocaciones, es un capítulo de la biografía de Dios. El libro se llama en español Los hombres, relato de Dios.
Cierta tarde, paseando por el centro de Freiburg im Breisgau, entré a curiosear a una librería. En la mesa de novedades se exhibía lo que en ese momento era el libro más reciente de Schillebeeckx. Tomé un ejemplar en mis manos y me puse a hojearlo. Un fragmento de la frase inicial del libro me golpeó como un rayo: Menschen sind die Wörte mit denen Gott seine Geschichte erzählt: «Los hombres son las palabras con las que Dios cuenta su historia». Desde entonces, a mi admiración por su altura intelectual va indefectiblemente unido mi agradecimiento por esta frase suya. Como es de imaginarse, Schillebeeck nunca supo lo que ha significado para mi vida personal y para mi experiencia espiritual descubrir, gracias a él, que la historia de mi vida, con sus aciertos y aun con sus equivocaciones, es un capítulo de la biografía de Dios. El libro se llama en español Los hombres, relato de Dios.
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