martes, 28 de septiembre de 2010

El mito griego de la creación (según Hesíodo)





Según Hesíodo, en un principio sólo existía el Caos. Después emergió Gea (la tierra) de ancho pecho, morada perenne y segura de los seres vivientes, surgida del Tártaro tenebroso de las profundidades, y Eros (el Amor), el más bello de los dioses. Del Caos nada podía esperarse, hasta que de la acción de Eros, principio vital, salieron Érebo (las tinieblas), cuyos dominios se extendían por debajo de Gea en una vasta zona subterránea, y Nix (la oscuridad o la noche). Érebo y Nix tuvieron amoroso consorcio y originaron al Éter y Hemera (el Día), que personificaron respectivamente la luz celeste y terrestre.



Con la luz, Gea cobró personalidad, pero como no pudo unirse al vacío Caos, comenzó a engendrar sola y así mientras dormía surgió Urano (el Cielo Estrellado), un ser de igual extensión que ella, con el fin de que la cubriese toda y fuera una morada celestial segura y eterna para los dioses. También produjo las montañas, para albergue grato de las Ninfas, que escogieron para ello frondosos bosques.



Urano, contempló tiernamente a su madre desde las elevadas cumbres y derramó una lluvia fértil sobre sus hendiduras secretas, naciendo así las hierbas, flores y árboles con los animales y las aves, que formaron como un cortejo para cada planta. La lluvia sobrante hizo que corrieran los ríos y al llenar de agua los lugares huecos se originaron así los lagos y los mares, todos ellos deificados con el nombre de Titanes: Océano, Ceo, Crío, Hiperión, Iápeto, Crono; y Titánides: Temis, Rea, Tetis, Tea, Mnemósine y Febe; de ellos descendieron los demás dioses y hombres. Pero como si Urano y Gea quisieran demostrar que su poder estaba por encima de todo, crearon otros hijos de horrible aspecto: los tres Cíclopes primitivos, llamados Arges, Estéropes y Brontes, quienes tenían un solo ojo redondo en medio de la frente y representaban respectivamente el rayo, el relámpago y el trueno y eran inmortales, muchos de éstos ya mortales fueron muertos por Apolo para vengar la violenta desaparición de Asclepio del mundo de los vivos. Finalmente, engendraron a los Hecatonquires o Centimanos, tres hermanos con cincuenta cabezas y cien brazos cada uno que se llamaron Coto, Briareo y Giges.

Graves, Robert, Los Mitos Griegos I, Buenos Aires, Alianza, 1998.

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