domingo, 24 de octubre de 2010

"La Misa sobre el mundo", realidad ecológica.

Autor: Jesús Rafael Martínez Guerrero.

1- Lectura del siguiente texto P. Teilhard de Chardin, «La misa sobre el mundo» en Himno del universo, Col. Estructuras y procesos, Serie Religión, Trotta, Madrid 20043, pp. 25-40.
2- Investigar qué situación inspiró al P. Teilhard de Chardin a este texto. Hacer un comentario del mismo que responda al siguiente título: «La eucaristía, liturgia del mundo». Completar la información con fuentes bibliográficas o hemerográficas a su elección.
a) La situación concreta que inspiró a Pierre Teilhard de Chardin a escribir La misa sobre el mundo fue la imposibilidad en que se encontró de celebrar la Misa en pleno desierto de Ordos en China, durante una expedición científica que realizó en 1923. Parece que era el día de la Transfiguración, fiesta por la que sentía especial predilección. En aquella circunstancia reflexionó sobre la irradiación de la Presencia eucarística sobre el Universo, llegando a plantear con ella el papel que juega la Presencia eucarística en la «economía del mundo»[1].
Respecto a la situación que llevó a Teilhard a escribir el texto nos dice Larrañaga: «Cautiva esa “misa sobre el mundo” que, estando el padre Pierre en las estepas peladas del Asia sin los implementos necesarios para la misa, celebra sobre el Altar de la tierra entera, ofreciendo el trabajo y el dolor del mundo. Su cáliz y patena son “las profundidades de un alma ampliamente abierta a todas las fuerzas que, en un instante, van a elevarse desde todos los puntos del globo y a converger hacia el espíritu”»[2].
b) Hacer un comentario del mismo que responda al siguiente título: La eucaristía, liturgia del mundo.
En el texto leído, La misa sobre el mundo, Teilhard, en un hermoso lenguaje, presenta toda una liturgia del universo que gira alrededor de la Eucaristía. Coloca a la Eucaristía como centro de todo el universo, y ese todo lo dirige hacia este sacramento. Para el autor el mundo, el universo, es toda una realidad integral que incluye todos los aspectos que lo conforman: lo natural, lo religioso, lo cristiano y lo sobrenatural[3], y éstos, forman parte de la dinámica de la Eucaristía.
En el escrito todos los elementos de la naturaleza y de la vida humana que se mencionan como parte de un todo litúrgico,  son existencias que se vuelcan y encuentran su máxima perfección en la celebración eucarística; es decir, que todos ellos constituyen una parte de la liturgia de la evolución, cuyo sentido no sólo radica en el hacia-delante del progreso, sino también en el hacia-arriba con el que Dios dirige a la misma evolución[4]. Esto es lo que hace La misa sobre el mundo, tomar todos los elementos del universo –tanto humanos como naturales– y dirigirlos hacia Dios mismo, pues será en Él que encuentren su sentido final, y, como se puede ver en el texto, se acrisolan uno con otro en el Cuerpo de Cristo para desaparecer y renacer[5].
Todo el himno que presenta Teilhard está lleno de figuras y símbolos –litúrgicos se pudieran decir– que presentan a la Eucaristía como aquella realidad por la que Dios va realizando la transustanciación del cosmos. Es por la celebración eucarística que aparece una nueva «sustancia», una transustanciación del universo y de la realidad entera del hombre, lo cual es prefigurado en la transustanciación eucarística. La Eucaristía es realidad escatológica que avecina la transformación del mundo, pues será aquí donde «Todo sigue invariable en el plano de lo fenoménico y todo se hace, sin embargo, luminoso, animado, amante: Cristo es quien aparece naciente, sin violentar nada, en el corazón del mundo»[6].
Es así que se puede afirmar que en la Eucaristía al ofrecer el pan y el vino como frutos de la creación y del trabajo, y en la misma medida en que estos son transformados en el Cuerpo y la Sangre de Jesús se va realizando la transformación escatológica de todo lo existente; de ahí la importancia de la pomposidad y solemnidad de las vestiduras y actos litúrgicos dentro de una celebración eucarística, pues ellos son prefiguración de la entrada y presencia del mundo divino, que se da en la Misa, en el mundo en que vivimos[7].
Si la celebración eucarística es resumen de la alabanza escatológica de toda la realidad, inclusive alabanza escatológica de todo el cosmos, y por esto, celebración celeste, entonces es celebración del mundo, pues ella es el resumen de la alabanza celestial de Dios y la plenitud escatológica del mundo. Por la celebración de la Misa el mundo se une nuevamente a la alabanza del Creador, por ende, el mundo es redimido en cada celebración litúrgica de la Misa. Este es el gran redescubrimiento que realiza Chardin, y que lo presenta de manera especial en La misa sobre el mundo, la dimensión e irradiación cósmica de la Eucaristía y de toda celebración litúrgica, y que hoy requiere ser descubierta nuevamente[8].
El texto que se ha leído es una clara oposición a esa reducción que se le hace a la Misa como finalidad comunitaria. Hoy en día se ve a la Eucaristía, con mucha fuerza, desde perspectivas que la reducen y la vuelve algo muy individualista, que sólo pertenece a aquellos que forman la comunidad y que sólo a ellos les afectan. Teilhard al recobrar el sentido cósmico universal se opone a esas tendencias, presentando el texto a la Misa como una realidad que diviniza al mundo y a todo lo que lo compone. Desde aquí, este texto es útil para defender un diálogo con las antiguas religiones naturalistas locales de Asia, África y Latinoamérica, como también en el diálogo con nuevos movimientos religiosos como el New Age, y que sí ven esa relación cósmica universal; mientras que nosotros hemos caído en un antropocentrismo reacio. Sólo retomando el sentido universal de la Eucaristía, como lo presenta La misa sobre el mundo, se podrán dar pasos certeros en esta dimensión[9]. El mismo Concilio Vaticano II fue claro al respecto al afirmar que «La Iglesia a la que todos hemos sido llamados en Cristo Jesús y en la cual, por la gracia de Dios, conseguimos la santidad, no será llevada a su plena perfección sino "cuando llegue el tiempo de la restauración de todas las cosas" (Hch. 3,21) y cuando, con el género humano, también el universo entero, que está íntimamente unido con el hombre y por él alcanza su fin, será perfectamente renovado (cf. Ef. 1,10; Col. 1,20; 2Pe. 3,10-13)» (LG 48).
Es desde la celebración eucarística que todas las cosas se van transformando. Así lo deja ver claro Teilhard en el capítulo que se titula Comunión: «Quiero, Dios mío que a contracorriente y por una fuerza de la que sólo tú puedes ser el autor, el espanto que me coge frente a las alteraciones sin nombre que se alistan para renovar mi ser, se torne gozoso y desbordante al ser transformado en ti»[10]. Es desde la Eucaristía y su fuerza en el mundo que nace la capacidad de transformación de todas las personas y las cosas. Tal parece que Chardin desea, con el texto leído, hacer frente a la teología medieval que centró su atención a la presencia real somática de Cristo que se recibió como herencia, y de esta manera presentar la dimensión eclesial-social-cósmica que tiene la Eucaristía. Con La misa sobre el mundo se deja entrever la capacidad transformadora de la Eucaristía sobre las personas, sobre las cosas, sobre todo el universo.
Para Teilhard, según Gesteira, la conversión que se da en la Eucaristía no sólo es conversión eucarística, sino que es conversión de toda la realidad, conversión del universo y de todo lo que lo compone[11]. Este autor reconoce dicha realidad al plantear que la Eucaristía está llamada a una transformación de las personas, del mundo, de las cosas; pero concluye que la transformación del mundo y de la creación entera sólo adquiere su verdadero cambio en la medida en que el hombre y la historia humana se transformen[12]. Él dice: «Sólo en la medida en que se transfigura el hombre se transfigura también el entorno humano, el mundo y las cosas»[13]. Por tanto, tal y como reconoce Pablo, sólo en la medida en que el hombre se convierta en hombre nuevo, en la misma medida se irá realizando la tierra nueva[14].
El mismo Pablo fue capaz de ver a toda la comunidad cristiana como un sólo cuerpo cuando comen del mismo pan (Cf. 1Cor. 10, 17), y este texto bien pudo ser, de cierta manera, un texto bisagra para que algunos Padres de la Iglesia fuesen capaces de ver a la Eucaristía como realidad que reúne a todos y a todo en una síntesis asumida por el mismo Cuerpo de Cristo. Soy de la opinión de que el hecho de que la eucaristía primitiva, y por ende hoy en día, fuera celebrada el primer día de la semana [«nos reunimos todos el día del sol, por ser el primer día, en que Dios sacando la materia de las tinieblas, hizo el mundo y en que Jesucristo, nuestro salvador, resucitó de entre los muertos» (Justino)] tenía un sentido claro de que en cada celebración eucarística se realizaba una nueva creación; tal vez y Pablo supo ver esta realidad al afirmar que Dios «nos ha dado a conocer su plan salvífico, que había decidido realizar por Cristo, llevando su proyecto salvador a su plenitud al constituir a Cristo en cabeza de todas las cosas, las del cielo y las de la tierra» (Ef. 1, 9-10).
Torres Queiruga ha visto esta realidad al plantear que la Eucaristía tiene una finalidad liturgica que va más allá del aquí y del ahora. Este autor es capaz de ver a los sacramentos como una realidad que lleva al encuentro con Cristo, y de una manera especial al sacramento de la Eucaristía por ser sacramento de sacramentos, pan de vida y alimento de la Iglesia. Para él lo que ocurre en la Misa es un «encuentro integral» con la persona de Cristo. De aquí se puede desprender que el encuentro no ocurre solamente entre personas indivuduales, sino que va más allá, es decir, que integraliza todo. El mismo texto de La misa sobre el mundo, según Torres Queiruga, expresa de manera admirable este simbolismo[15].

Por otro lado, este «encuentro integracional» se puede notar tambien en la Didaché cuando dice: «Como este fragmento disperso por los montes y reunido se hizo uno, así sea reunida tu iglesia en tu reino desde los confines de la tierra» (IX, 4). Para P. Eyt este fragmento expresa la identidad y misión de la Iglesia para con el mundo, y que bien puede consistir en reunir a todo el universo alrededor de la Eucaristía[16]. Igualmente, si nos fijamos en el texto joánico Jn. 6, 51c: «Yo lo doy para la vida del mundo», cuando Jesús está dando su discurso sobre el Pan de Vida, el escritor sagrado es capaz de encontrar que la eucaristía tiene como fin el dar vida al mundo, y desde este trasfondo se puede vislumbrar que una de las funciones de la Eucaristía es llevar al mundo a su vida plena en la medida en que se una con Jesús.

Se puede concluir que el fondo que bien pudo mover a Teilhard a ver a Cristo como el punto omega hacia donde se dirige toda la evolución, y por ende, todo el universo apunta y desemboca, y así mismo La misa sobre el mundo se desarrolla, pudo haber sido desde las ideas paulinas de un Cristo que recapitula todas las cosas en él (Cf. 1Cor. 3, 22-23 –El mundo inferior entero está orientado hacia el hombre, el hombre hacia Cristo y Cristo hacia Dios–), hasta un evangelista como Juan en su discurso eucarístico, o bien la idea que estuvo en la Didaché, o en Padres de la Iglesia como Justino e Ireneo de Lyon.

Por tanto, sí es claro que esta dimensión cósmica – universal no es nueva, sino que Teilhard la ha revivido, y ha hecho bien en recordarnos esta finalidad de la Eucaristía. Esta dimensión cósmica universal de la Eucaristía que redescubre Teilhard tiene su base en la posición que él sabe ver que ocupa la materia dentro del universo: capaz de descubrir la potencia espiritual que posee la materia, esa materia que para él es la última y más deslumbrante manifestación de Dios, es decir, teofanía[17]. Desde esta dimensión «resucitada» está apoyada fuertemente la teoría theilhardiana de la evolución del mundo y del espíritu, así como su fe y confianza en su sentido final desde un sentido eucarístico reflejado en La misa sobre el mundo, y donde la cosmogénesis conduce mediante la biogénesis a una noogénesis, y la noogénesis en cambio halla su perfección en una cristogénesis, que se va dando en la Eucaristía de una manera muy especial.

[1] Cf. «La misa sobre el mundo», en http://www.marianistas.org/espiritualidad/misa_sobre_mundo.rtf (29.04.2010), p. 1.
[2] I. Larrañaga, Salmos para la vida, Ed. San Pablo, Bogotá 20089, p. 67.
[3] Cf. R. Latourelle et al, «Teilhard de Chardin» en Diccionario de teología fundamental, Ed. San Pablo, Madrid 19922, p. 1401.
[4] Cf. Ibidem, 1402.
[5] Cf. P. Teilhard de Chardin, «La misa sobre el mundo» en Himno del universo, Col. Estructuras y procesos, Serie Religión, Trotta, Madrid 20043, p. 40.
[6] Citado en Manuel Gesteira, La Eucaristía. Misterio de comunión, Ed. Sígueme, Salamanca 20065, p. 589.
[7] Cf. Artículo sin autor citado en «Presencia de Cristo en la Eucaristía», en http://www.conocereisdeverdad.org/website/index.php?id=5949 (29.04.2010).
[8] Cf. Idem.
[9] Cf. «Presencia de Cristo en la Eucaristía»…
[10] P. Teilhard de Chardin, «La misa sobre el mundo»…, p. 35.
[11] Cf. Manuel Gesteira, La Eucaristía. Misterio de comunión…, p. 598.
[12] Cf. Ibidem, p. 600.
[13] Idem.
[14] Cf. Rom. 20, 8-ss.
[15] Cf. Andrés Torres Queiruga. Los sacramentos hoy: significado y vivencia, en Revista Encrucillada, Santiago de Compostela, vol. 26, n. 127, 2002, p. 153-176. Se puede encontrar en internet en la dirección http://www.pucminas.br/documentos/horizonte_12_artigo_01.pdf, pp. 27-28, (29.04.2010).
[16] P. Eyt, «Testigos de la eucaristía en el s. II» en La Eucaristía en la Biblia, Col. CB 37, Ed. Verbo divino, Estella 19936, p.62.
[17] Cf. I. Larrañaga, Salmos para la vida…, p. 67.



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